¿Qué prefieres dejar al morir, genes o memes?

The Banshees of Inisherin (2022), desarraigo y trascendencia

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Richard Dawkins decía que, desde el punto de vista evolutivo, solo podemos dejar dos cosas tras nuestra muerte: genes o memes. Genes en el sentido de la herencia biológica que transmitimos a través de la reproducción. Memes en el sentido original del término, acuñado por el mismo Dawkins, con el que se refería a cualquier contribución al mundo de la cultura, ya fuera una buena idea, una melodía, un poema o una innovación tecnológica. Pero, ¿qué ocurre cuando alcanzamos la madurez y nos percatamos de que no estamos en camino de dejar huella en ninguna de las dos direcciones?

The Banshees of Inisherin, una comedia negra de 2022 dirigida por Martin McDonagh, nos ofrece algunas respuestas al respecto. La película, ambientada en una remota isla de la costa oeste de Irlanda, demuestra que los efectos que producen en el hombre el hecho de constatar que no dejará ningún legado pueden ser dramáticos e impredecibles, variando desde la resignación hasta la locura.

Cuando empezamos a ver The Banshees of Inisherin, los dos protagonistas, Pádraic (Colin Farrell) y Colm (Brendan Gleeson), carecen a todas luces de descendencia (genes) y tampoco parecen haber aportado nada relevante al acerbo colectivo (memes). El problema es que Pádraic está completamente satisfecho con esta realidad, mientras que Colm, por el contrario, empieza a percibir con acuciante pavor existencial que el tiempo se le escapa de las manos y que, probablemente, no dejará ninguna marca en el mundo.

En El gen egoísta, Dawkins habla sobre cómo los genes son mucho más fáciles de propagar que los memes. Estos últimos, no obstante, suelen ser mucho más duraderos.

“Sócrates puede o no tener uno o dos genes vivos en el mundo actual, pero ¿a quién le importa? En cambio, los complejos de memes de Sócrates, Leonardo, Copérnico y Marconi todavía son poderosos”.

(Richard Dawkins, El Gen Egoísta)

Es casi a la misma conclusión a la que llega Colm cuando increpa a Pádraic, para quien ser amable parece ser más que suficiente para llevar una vida digna:

— ¿Sabes a quién recordamos por lo amable que era en el siglo XVII? A nadie. Pero todos recordamos la música de la época. Todo el mundo conoce el nombre de Mozart.

— Mi mamá era amable. Yo la recuerdo. Y mi papá era amable. Yo lo recuerdo. Y mi hermana es amable, la recordaré por siempre.

— ¿Y quién más los recordará por su amabilidad? Dentro de 50 años nadie se acordará de ninguno de nosotros. Sin embargo, la música de un hombre que vivió hace dos siglos….

Colm toma la drástica decisión de cortar de raíz la relación con Pádraic para concentrarse en su música, dando paso al segundo gran tema que toca la película: la encrucijada que se nos presenta cuando nuestros intereses y pasiones evolucionan, pero las de nuestras viejas amistades no. Esto es reflejado en la conversación que Siobhán, la hermana de Pádraic, tiene con Colm:

— No puedes dejar de ser amigo de alguien por nada. ¿Cuál es el problema?

— El problema es que es aburrido.

— Pero siempre fue aburrido, ¿qué cambió?

— Yo cambié.

Aferrarse a viejas amistades por miedo a ser percibido como frío o desleal puede impedir que abracemos plenamente nuevos cambios en nuestra personalidad, así como la consecuente persecución de nuevas metas y objetivos. La película es narrada desde el punto de vista de Pádraic, por lo que es inevitable ponernos de su lado y compartir su desconcierto, pero al final del día podemos comprender perfectamente las motivaciones detrás de la decisión de Colm, quien entiende que Pádraic es un óbice para trascender la mundanidad, y actúa en consecuencia.

La película, como resultado de esta decisión, procede a retratar de manera descarnada los efectos de la soledad y el desarraigo en el hombre y nos lo presenta todo desde una insularidad surrealista, en un pueblo tan apartado del mundo real que provoca que la verosimilitud de personajes tan rocambolescos resulte mucho más sencilla de aceptar.

“Tu hijo, aun tu nieto, pueden parecerse a ti, quizás en los rasgos faciales, en talento para la música, en el color del cabello. Pero a medida que pasan las generaciones la contribución de tus genes es dividida en dos. No pasa mucho tiempo sin que alcance proporciones insignificantes. (…) No debemos buscar la inmortalidad en la reproducción. Pero si contribuyes al mundo de la cultura, si tienes una buena idea, compones una melodía, inventas una bujía, escribes un poema, cualquiera de estas cosas puede continuar viviendo, intacta, mucho después que tus genes se hayan disuelto en el acervo común.”

(Richard Dawkins, El Gen Egoísta)

Desde el enfoque evolutivo de Dawkins, encarnado por el personaje de Colm, los genes y los memes representan las dos únicas formas de dejar una huella en el mundo. La lucha interna de Colm refleja la ansiedad de no ser recordado y la urgencia por dejar una marca perdurable en la historia. Por el contrario, la ataraxia de Pádraic nos presenta con la noción de que quizás la verdadera importancia resida en las conexiones personales, en los actos de amabilidad y en los momentos compartidos con seres queridos, más allá de la fama o la notoriedad.

Ambos planteamientos nos enfrentan con la realidad de nuestra limitada influencia en el tiempo. Nos llevan a preguntarnos si nuestro propósito radica únicamente en la posteridad o si existen aspectos más significativos, indiferentes a la inmortalidad, para dotar de sentido nuestra existencia. Como siempre, la forma cómo intentemos resolver esta disyuntiva dependerá de diversos factores personales, genéticos y culturales. Aun así, quizá la respuesta radique en la equidistancia entre los dos puntos: un mesurado equilibrio entre la búsqueda de trascendencia y la apreciación del momento presente.

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Escribo sobre sociedad, tecnología y cultura. + Intereses: Escepticismo | Metacognición | Evopsych | Cine | Productividad | Suscríbete a medium.com/omnicultura